Tal y como venimos describiendo, la editorial VINATEA , nos ha autorizado a la publicación de este tesoro; su libro “MEMORIAS DE LA ALBUFERA”.
Un libro de la memoria de nuestro lago y sus habitantes,  editado en papel couché de gran calidad y muy buena fotografía.  Una obra de arte, donde los personajes han quedado inmortalizados a través de su mirada. Una mirada que habla.
El personaje de este relato es Rámon Ibor ,  y presidente actual del Club de Vela Latina de Sollana.
De los 40 testimonios de la Albufera que se publicaron en el libro de la Editorial Vinatea hace 5 años, aproximadamente quedan con vida 10 personas,.  Ramón es una de ellas.
!Disfrutemos de Ramón y que nos siga transmitiendo la Memoria del Lago!
A continuación describimos parte de su relato  en el libro.
Ramón fue profesor en varios lugares pero acabó dando clase en Sollana, su pueblo, y me contó cómo ha cambiado la vida allí en estos años y cómo han ido evolucionando las personas que en él han vivido.Él ha estado vinculado a la vida en un motor donde vivía con su familia, a la agricultura, a la pesca y a la caza, ofreciendo un punto de vista muy amplio sobre la vida en la Albufera, conociendo de primera mano todo lo que ha sucedido en los últimos años
La figura del maestro, del profesor de escuela, en un pueblo pequeño de la zona de la Albufera como Sollana es y ha sido siempre importante, ya que junto al médico, el cura o el boticario, configuran lo que podríamos denominar las fuerzas vivas de la pequeña sociedad en la que conviven.
Es alguien que se ocupa, durante años, de educar a todos los jóvenes del pueblo, alguien a quien todos conocen y a quien prácticamente todos los niños tienen como un referente de aquello que han vivido en una época tan importante de nuestras vidas como los años que vamos al colegio.
Aunque no he tenido la suerte de vivir en un pueblo pequeño, tengo la impresión de que ese sentimiento se incrementa cuando las relaciones se producen de una forma más próxima y entre menos personas que en una ciudad como Valencia en la que no todos nos conocemos y donde no se establecen esos lazos de unión y esas relaciones casi familiares que existen en los pueblos como Sollana.
De la entrevista con Ramón Ibor saqué esa clara conclusión y es que tiene un conocimiento muy real de lo que piensan los jóvenes de su pueblo y los no tan jóvenes ya que los conoce o ha conocido a casi todos. Estuvo, durante algunos años de su vida, trabajando fuera de Valencia y fuera de Sollana pero decidió volver a su pueblo a enseñar en el colegio y, más tarde, en el instituto.
La primera parte de nuestra conversación tuvo que ver con sus recuerdos de cuando sus padres estaban en el motor de caseros, en plena marjal de Sollana, en la llamada casa de Simeón, de 1924, dentro de la finca conocida como del Doctor Benlloch, que era una trilladora que funcionaba con un motor de vapor.
Una parte del año vivían en la marjal y la otra en el pueblo. La vida de la familia marcaba el calendario del cultivo del arroz y las obligaciones del trabajo en el campo donde trabajaba como motorista y donde se ganaba el jornal.
Su padre trabajaba como regador en los campos de alrededor del motor, arreglando márgenes y bocas de riego y sacando fango de los remansos de las acequias donde se amontonaba. Lo hacían con les aicaes d’asta llarga, con las azadas de asta larga, lo dejaban secar en las motas y después, cargado ese fango en una grandes pasteras que iban en la parte superior de las barcas, lo llevaban a los tancats más profundos a enterrar campos ganados al lago en la zona del Campot. En algunos de estos casos y en algunos de estos tancats, estas labores de aterramiento de las parcelas llegaron a durar décadas y se consiguieron después de mucho trabajo y mucho sufrimiento.
Cuando se levantaban, se prenien les sopetes ahí cara al sol al costal de la casa, se tomaban el desayuno al lado de la casa y pasaban el día en la zona del motor. Esa vida en un motor de riego debía ser una vida tranquila para un niño, ya que no tenía muchas obligaciones.
Antes no había ni los horarios ni las obligaciones que hay ahora. Si salía el día con mal tiempo no ibas a trabajar, se vivía y se comía de lo que se trabajaba

y. sobre todo, se menjaven coses del terreno. comían alimentos que se cultivaban allí o lo que se pescaba cuando salían en la barca al lago.

Su padre sabía leer, escribir, sumar y multiplicar, no era una persona analfabeta, pero sobre todo tuvo una cosa muy  clara toda su vida y es que siempre quiso que sus hijos fueran más de lo que él mismo había sido en su vida

Era un trabajador del campo que solo tenía vacaciones el día que llovía. Entre sus muchas obligaciones estaba la de controlar el riego en un número importante de partidas y de campos para que siempre estuvieran bien atendidos de agua de la acequia.

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Al igual que otros muchos agricultores de la zona, tiene una opinión muy clara sobre el papel que tiene el arroz en la supervivencia del lago y del Parque Natural, y es que sin arroz no podrían existir ninguno de los dos, ni el lago ni el Parque, ya que el cultivo natural e histórico de toda la zona hace una importante labor de filtro verde de todas las aguas que llegan al lago, sean éstas naturales o artificiales.
Siempre ha sido cazador y tiene su propia opinión sobre la situación actual de la caza. Cree que ha evolucionado mucho desde la época de su padre. Recuerda que antes había muchas menos escopetas, se cazaba todo el año, no como actualmente que solo se puede hacer unos meses y se hacía para comer en la propia casa como una forma de abastecimiento de la economía familiar.
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La entrevista la realizamos una mañana de otoño, en el borde de la misma acequia donde se crió de pequeño viviendo con sus padres y con un montón de tractores y de maquinaria a nuestro alrededor, lo que le dio a nuestra conversación un tono casi del pasado, 
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 Fue una entrevista especial. 
Entrevista perteneciente al libro “MEMORIAS DE LA ALBUFERA”  de Editorial Vinatea.